Recogemos la noticia publicada el 5 de enero en el diario El Espectador:
El Departamento de Infancia y Familia de Kansas (EE.UU.) ha suscitado una polémica al reclamar a un donante de esperma que se responsabilice de más de 6.000 dólares en gastos médicos, así como de una pensión alimenticia para la que considera "su hija".
El donante, William Marotta, mecánico, de 46 años y casado, accedió en 2009 a donar su esperma a una pareja lesbiana a través de una página de anuncios de internet.
El esperma fue inseminado en una de las mujeres sin mediación de ningún médico, algo que Marotta desconocía, según apuntó él mismo en una entrevista en la cadena CNN, y meses más tarde nació una niña que ahora tiene tres años.
La "alegalidad" de este procedimiento -en ningún momento se recurrió a una clínica de inseminación artificial o a un doctor autorizado para ello- sería la causante del vacío reglamentario que ha permitido a los servicios sociales cargar sobre el donante la responsabilidad de la niña, pese a que Marotta renunció por escrito a "todos sus derechos de paternidad".
"Yo no sabía que no había ningún médico involucrado en el proceso", apuntó hoy Marotta en una entrevista junto con su abogado en la cadena CNN.
La pareja homosexual, formada por Angela Bauer, de 40 años, y Jennifer Schreiner, de 34 y madre biológica de la niña, se hizo cargo en un primer momento de los gastos del bebé, algo que se mantuvo incluso después de que ambas mujeres "rompiesen" su relación en diciembre de 2010.
Los problemas llegaron en marzo del año pasado, cuando a Bauer le fue diagnosticada una "grave enfermedad" que le impidió seguir trabajando, por lo que la expareja recurrió a los servicios sociales del estado de Kansas para obtener la ayuda pública del programa Medicaid, que cubriría los gastos médicos de la pequeña.
Al no haber estado nunca casadas -el estado de Kansas no reconoce los matrimonios homosexuales-, Bauer no fue reconocida como "progenitora" de la niña, por lo que, a efectos legales, Schreiner fue considerada madre soltera y se le exigió que revelase el nombre del "auténtico padre", es decir, el donante de semen.
"Nos amenazaron con no darnos las ayudas para la niña si no les decíamos el nombre del donante", aseguró Bauer al citado diario.
Finalmente, la expareja homosexual accedió y los servicios sociales se pusieron en contacto con Marotta para exigirle el pago de 6.000 dólares en gastos médicos de "su hija" y de una pensión alimenticia, algo a lo que ambas mujeres se oponen.
Sorprende cómo El Espectador utiliza las comillas en este artículo: “su hija”, “progenitora” y “auténtico padre”. A cualquier persona con un mínimo de conocimiento del proceso de procreación humana le resultará evidente que el diario hace unas insinuaciones sumamente osadas, pues aunque ni al mecánico ni a las lesbianas les favorezca la realidad, es innegable que William Marotta es el padre biológico de la niña, su progenitor, que ella es su hija, que por el contrario no tiene ningún vínculo de sangre con Bauer como para considerarla “progenitora”.
En el fondo, detrás de esa sutil manipulación del lenguaje se esconde una mentalidad perversa: Los hijos como producto del deseo de sus padres, y en función de tal deseo. Sólo así puede pretenderse que Bauer pretenda ser la progenitora de la niña, y que Marotta no tenga nada que ver con ella. La cuestión no es sólo acerca del origen biológico de la niña, sino de su fundamental derecho a la identidad. No por nada, quienes han denunciado tal violación al derecho de los niños, han sido justamente los hijos víctimas del abandono por donación de gametos.
(Aceprensa – 18/10/2008) Katrina Clark es una de las miles de personas nacidas en EE.UU. por inseminación artificial. Y que, debido a las leyes que garantizan el anonimato al donante de semen, creció hasta los 17 años sin saber quién era su padre. Pero sentía una crisis de identidad y empezó a buscar a su padre biológico. Así lo contaba en un artículo publicado hace algún tiempo en The Washington Post (17-12-2006), cuando tenía 18 años.
Katrina se manifiesta enfadada por el hecho de que las leyes sobre fecundación artificial se elaboraran pensando solo en los deseos de los adultos y sin tener en cuenta los derechos de las personas concebidas de ese modo.
“Me molesta que todo lo relativo a la donación de gametos se centre solo en ‘los padres’, es decir, los adultos que pueden tomar decisiones sobre nuestras vidas. Se simpatiza con la madre por querer tener un hijo. El donante consigue garantía de anonimato, así como exención de cualquier responsabilidad sobre el hijo nacido de su donación. Mientras estos adultos sean felices, la concepción por donación es un éxito, ¿no?”.
No es así de simple, contesta ella misma, para recordar acto seguido que los nacidos de manera artificial también son personas. Por eso lucha para que se reconozca su derecho a saber quiénes son sus padres.
Desde el punto de vista emocional -sigue explicando-, muchas de las personas así nacidas sufren en esta situación. “No pedimos nacer de este modo, con las limitaciones y la confusión que implica. Es hipócrita que tanto padres como médicos supongan que a los ‘productos’ del banco de semen no les interesa conocer sus raíces biológicas, cuando es el vehemente deseo de tener descendentes biológicos lo que hace que los clientes recurran a la inseminación artificial”.
La madre de Katrina tuvo que hacer muchos sacrificios para sacar adelante a su hija. Pero las penurias que pasaron juntas las han unido mucho. “Nunca me he enfadado con ella”, afirma Katrina. “Ella me explicó cuando era sólo una cría que yo nunca había tenido un papá, sino tan sólo un padre biológico”, el desconocido donante de semen. A Katrina, al principio no le importaba no tener un padre. Solo de vez en cuando, reconoce, “cuando era pequeña me gustaba soñar con un hombre alto y delgado que me cogía y me balanceaba dando vueltas en el patio, un hombre varonil que estaba encantado con su niña”.
La búsqueda del padre
En su artículo, Katrina explica distintos sucesos que le hicieron añorar la figura de un padre que la cuidase y protegiera. Muchas veces sentía celos de sus amigos que tenían una familia con padre y madre y hermanos. Incluso cuando los padres de sus amigos se divorciaban, ella sentía celos por el cariño y la comprensión que recibían por parte de todos. “A mi nadie me ofreció ese tipo de apoyo y comprensión”.
Finalmente su madre se casó. Un día, su padrastro regañó a Katrina y la madre perdió los nervios. Le empezó a gritar que él no tenía autoridad sobre ella porque no era su padre, porque ella no tenía padre. “En ese momento fue cuando la sensación de vacío cayó sobre mí. Me di cuenta de que, en cierto sentido, era rara. Verdaderamente nunca tendría un padre. Por fin entendí lo que significaba ser concebida por un donante; y lo odié”.
Al cabo de un año vio un programa de televisión sobre una mujer que murió de un ataque al corazón a causa de una enfermedad genética. Sin embargo, la mujer ignoraba su predisposición porque había sido adoptada cuando era pequeña e ignoraba la historia médica de sus padres. Este hecho golpeó a Katrina y la animó a buscar a su padre.
Así que empezó a investigar en Fairfax Cryobank, el banco de esperma de Virginia donde su madre fue inseminada. Con la limitada información que tenía su madre sobre el donante (raza, algunas características físicas, peso, nivel de estudios) fue haciendo averiguaciones. Y tuvo mucha suerte. Solo al cabo de un mes de e-mails y búsquedas en Internet, encontró un donante que podía ser su padre y que aceptó hacerse una prueba de ADN. Los resultados confirmaron que era su padre biológico. “Mi vida cambió desde entonces”, comenta la propia Katrina.
Al poco tiempo de estar en contacto con él, “me di cuenta de que su entusiasmo por desarrollar nuestras relaciones parecía desvanecerse. Cuando le manifesté mis sospechas, me confirmó que estaba un poco cansado de toda aquella historia del donante de semen”. A pesar de todo, Katrina no quiere perderlo. “Todavía hay mucho que quiero saber. Quiero conocerle. Quiero conocer a su familia. Estoy segura de que no se da cuenta del papel tan grande que ha tenido en mi vida a pesar de su ausencia, o precisamente por su ausencia. Si no puedo estar demasiado apegada a él como padre, siempre podré estar apegada al sentimiento de que tengo un padre”.
Katrina piensa también en los sentimientos de otros concebidos por donación de gametos. “Cuando leo lo que dicen algunas mujeres sobre su opción de maternidad, me siento degradada a poco más que una ampolla de semen congelado. Me parece que la mayoría de estas madres y de los donantes apenas piensan en los sentimientos de los hijos que nacerán de sus acciones. No es que sean insensibles, pero no tienen en cuenta lo que pueden pensar sus hijos cuando sean mayores”.
Los nacidos por donación de esperma, concluye Katrina, “llegaremos a ser adultos y a formar nuestra opinión acerca de la decisión de traernos al mundo de un modo que nos priva del derecho básico a saber de dónde venimos, cuál es nuestra historia y quiénes son nuestros dos padres”.
Como el caso de Katrina Clark o Colton Wooten, son muchos los que están saliendo a la luz. En 2001 se hizo público el caso de un “donante anónimo” en EE.UU. que tendría por lo menos 150 hijos. El año pasado se supo que Bertold Weisner, un biólogo inglés, sería el padre de entre 300 y 600 personas concebidas en su clínica de fertilidad. Ya son tantos los casos, que han comenzado a construir sus propias bases de datos de hijos de “donantes anónimos”, como SearchingForMySpermDonorFather.org o Donor Sibling Registry, para tratar de encontrarse con sus padres o medio-hermanos.
Contrario a lo que piensan Marotta y la pareja de lesbianas, los redactores de El Espectador, y en general los promotores de la “paternidad por deseo”, la identidad de las personas tiene unos anclajes mucho más físicos y objetivos que la “plasticidad” propuesta por la Ideología de Género. La pregunta ‘¿Quiénes somos?’ nos remite en primer lugar a nuestra realidad física (Sexo, rasgos faciales, contextura, señales particulares, habilidades especiales, enfermedades congénitas, etc.) y esta halla su directa explicación en nuestros padres.
La cuestión se torna aún más crítica cuando abordamos el tema de la Fertilización In Vitro, no sólo por el atentado contra la ética que implica producir embriones en serie para luego congelarlos y terminar vendiéndolos para experimentación o descartarlos, sino por que abre la puerta a la donación de óvulos y al alquiler de vientres, dos atentados más contra la identidad de los niños. Llega con esto la posibilidad que los niños comiencen a tener “tres padres”, donante de semen, donante de óvulo y madre subrogada, y peor aún, que el niño no termine creciendo con ninguno de ellos sino con el que puso el dinero para todo el procedimiento. Este es, nada menos, el caso de los “hijos” de Ricky Martin. Ya se ha denunciado cómo la escasez de donantes de óvulos ha dado pie a que se concedan retribuciones monetarias a las mujeres, convirtiéndose en una invitación para que las mujeres vean en ello un acceso a recursos al cual acudir. Así mismo, se ha denunciado el caso de parejas en Europa y EE.UU. que alquilan el vientre de mujeres pobres del tercer mundo, en países como la India donde es legal, para que gesten a su hijo a cambio de una retribución monetaria. En general, asistimos a la conformación de una red transnacional de “fabricación de hijos” cuyo único motor es el dinero. En palabras del Dr. Agustin Losada:
Trabajé con personas que se dedicaban a la cría de perros. Entre los buenos criadores es común acordar con otros dueños de perros campeones en concursos de belleza el cruce de sus animales respectivos para lograr de este modo cachorros con una buena carga genética, potenciales campeones cuando crezcan. Los dueños de los perros pactan de antemano cómo se repartirán en el futuro la camada, en función de cuántos cachorros nazcan, y con qué criterio se arbitrará la decisión de quién se queda con qué perros. Esta es exactamente la imagen me ha venido a la mente cuando he leído la noticia de este famoso. Estamos tratando a los hijos como si fueran una propiedad más. Un ser vivo para mi capricho, que puedo comprar cuando me apetezca, porque “tengo derecho a ser padre”. (Vientre de Alquiler)
Es imposible la existencia de la FIV sin previa legalización del aborto. Cuando se analiza detenidamente la sentencia C-355 de 2006, se encuentra que la decisión que la Corte Constitucional tomó en ella no fue tanto la despenalización del aborto en los tres casos, sino que esta fue consecuencia de la decisión tomada previamente en la argumentación: Desconocer al niño por nacer como persona, y reducirlo a mera condición de ‘Bien jurídico’. Las consecuencias son patentes: los bienes se pueden comprar y vender y eso es lo que se está haciendo con los niños. La donación de gametos y el alquiler de vientres son el nuevo rostro de la trata de personas. Ahora bien ¿Alguien se ha sentado a pensar en la crisis de sentido que enfrentarán las personas así nacidas? ¿Qué percibirá uno de ellos como su “Razón de ser” luego de encontrar que su existencia es efecto de no más que el dinero de su “padre”?
Por mucho que perturbe a los ideólogos de género, la paternidad biológica, como causa material de nuestra existencia, está escrita en nosotros mismos. El ADN de nuestros padres se encuentra en cada una de las células de nuestro cuerpo. Ese es un vínculo indeleble que se manifestará constantemente en todos aquellos aspectos físicos que hacen que uno mismo sea ‘uno mismo’ y no otra persona.
Los “donantes anónimos” son padres biológicos, padres que han abandonado a sus hijos aún antes de que estos empezaran a existir. ¿Cómo puede ser esto? Dado que la donación de gametos se hace con el propósito claro de la fecundación, ya en ese momento se da la tentativa del abandono, y este se consuma en el momento de la fecundación. Pero claro. hablamos del caso en que sólo haya sido una donación, puesto que de comprobarse que a cambio hubo un interés por parte del donante en la retribución monetaria, estaríamos ante el caso de una venta de niños.