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martes, 16 de septiembre de 2014

Marihuana: una “normalización” bastante anormal

(Aceprensa) En EE.UU. ya son 23 estados, más el distrito de Columbia, los que han aprobado el uso de marihuana con fines terapéuticos. Y según algunas encuestas, algo más de la mitad de la población respalda legalizar incluso el consumo por placer, cosa que ya han hecho Colorado y Washington. Sin embargo, entre la comunidad médica prevalece la postura contraria.

En un artículo publicado en mayo en el Journal of the American Medical Association (JAMA), dos médicos recopilan algunas de las objeciones a la normalización de la marihuana que han ido surgiendo en el ambiente científico.

Menos exigencias que a los medicamentos

Entre otras, señalan la laxa aplicación a la marihuana terapéutica de los requisitos de eficacia exigidos para los medicamentos; la dificultad para fijar la dosis adecuada a cada cuadro clínico, por la enorme variedad en la composición de los productos prescritos y la escasez de ensayos clínicos. Tampoco ha parecido importar que, mientras que la mayoría de los medicamentos contiene un solo principio activo, en la marihuana existen más de cien cannabinoides, cuyos efectos a medio y largo plazo no están bien estudiados. Además, es conocido que la marihuana está asociada con mayor riesgo de trastornos psíquicos.

Por todo ello, los autores –que consideran que la “moda” de la marihuana se debe más al afán recaudatorio de los estados que a una necesidad médica– explican que, en todo caso, se podrían dispensar algunos componentes de la marihuana una vez comprobados sus efectos. Pero siempre que fueran “aprobados por la FDA [la agencia federal de los medicamentos], producidos de acuerdo con los mismos criterios exigentes que el resto de medicinas, distribuidos en farmacias y administrados a través de vías seguras y controlables como pastillas o vaporizadores”.

El uso terapéutico de la marihuana no está bien justificado por ensayos clínicos

En otro artículo, Michelle Cretella, vicepresidenta del Colegio Americano de Pediatras, subraya la necesidad de que antes de aprobar la marihuana terapéutica se haga un minucioso estudio de los riesgos. Además de los señalados en el artículo del JAMA, menciona el poder adictivo del cannabis, que incitaría a seguir consumiendo después de que la necesidad médica haya desaparecido.

A petición del paciente

En Colorado, uno de los estados que han abanderado la normalización de la marihuana, el propio Jefe del Departamento de Salud Pública, Larry Wolk, reconoce en una entrevista para JAMA que en muchos casos no hay justificación médica para recomendar el cannabis en cuadros clínicos para los que ya existen analgésicos de eficacia probada: “Tiene que ver con las preferencias del paciente”.

Además, normalmente no es el médico quien prescribe la dosis de marihuana, sino que el paciente la pide y al facultativo la autoriza o no. En la práctica –como también reconoce Wolk–, se ha dado una gran permisividad por parte de los médicos.

Por otro lado, como la marihuana terapéutica está mucho menos gravada que la destinada al consumo por placer, y para solicitarla solo hace falta un carnet de paciente que se concede con gran facilidad, se ha creado lo que denominan un “mercado gris”. Para combatirlo, se ha propuesto permitir a los médicos la prescripción si la juzgan necesaria, y no a petición del paciente. El problema es que, a falta de indicaciones bien determinadas por ensayos clínicos, no resulta fácil precisar en qué casos la marihuana sería necesaria.

Colorado y Washington son los dos únicos estados donde hasta ahora se ha aprobado el comercio de marihuana para el consumo por placer. Dos informes publicados por la Brookings Institution analizan cómo se ha implantado la legalización.

Ambos coinciden en que no se ha producido el descontrol temido por los contrarios a la despenalización. Tanto en Colorado como en Washington las autoridades han diseñado una regulación destinada a evitar en lo posible el mercado negro.

El autor del informe sobre Washington destaca el esfuerzo de las autoridades por evaluar la medida “de forma desapasionada”. Además, la cautela con que se han concedido las licencias para vender el producto –muchas menos de las que se habían pedido– evita el descontrol. Por otro lado, se ha encargado a un organismo oficial que examine periódicamente –hasta 2032– cómo marcha la implantación.

Sin embargo, la mesura que el autor atribuye a las autoridades estatales no les ha llevado a tener en cuenta las recomendaciones de varias asociaciones de médicos y pediatras, ni los estudios sobre los efectos del cannabis.

Se observa una laxa aplicación a la marihuana terapéutica de los requisitos de eficacia y seguridad exigidos para los medicamentos

El peligro del mercado negro

Por su parte, el informe sobre Colorado, aunque califica el proceso de implantación como “un éxito”, aborda el riesgo de los productores caseros. Para la marihuana que se vende en los establecimientos autorizados hay ciertos controles: identificación y seguimiento del producto desde el cultivo a la tienda; límite de la cantidad que se puede comprar, para no fomentar la reventa; cámaras de vigilancia en todas las tiendas, etc.

Pero todas estas cautelas no afectan a la producción casera. De ahí que el autor tema que surja un gran mercado negro, que podría alimentarse también de marihuana destinada al uso terapéutico, fácil de obtener.

Otra dificultad para hacer cumplir las reglas viene de que la gente, sobre todo los jóvenes y los que ya consumen, es cada vez menos consciente de los riesgos de la droga. Esto contrasta con las advertencias de organismos oficiales. Por ejemplo, según un informe de la Drug Abuse Warning Network, entre 2004 y 2011 subió un 69% el número de ingresos en los servicios de urgencias hospitalarias por consumo de marihuana.

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